31 de marzo de 2010

3

Perfume de oro. Parte 2.

Musa Mía

Mi mente me dice que pare. Mi cuerpo insiste en tenerte aquí. Y a mí corazón le basta con pensar en ti. En ti, en esos ojos claros y cabellos oscuros. En esa sonrisa, que aunque falsa sea, luce tan llena, tan tierna. Te añoro desde el primer momento, te necesito conmigo. Si no estas aquí, mis manos no volverán a sentir calidez; y esque tu piel las deslumbró.

Así empezaba su próxima historia. Desde hacía unos días había decidido comenzar su nueva obra. Llevaba mucho tiempo sin siquiera ser capaz de escribir una carta. La inspiración parecía haberle olvidado y ella se la regresó.

Las palabras salían una tras otra sin dificultad alguna; sólo bastaba admirar su rostro, almacenado en su cabeza. Hablaba sincero, como jamás antes lo había hecho. Se lo había confesado, pero ella sólo volteó la cabeza y continuó con su trabajo. La amaba ¿qué tan difícil era entenderlo?

Los párpados comenzaban a pesarle, invitandole a dormir. No tuvo otro remedio más que dejar el cuaderno y la pluma a un lado. No tardo mucho en adentrarse en sueños, algo que como cada noche, esperaba ansioso, y sólo para volverla a ver.

***

-- Hermosa mujer la que traes contigo, Raúl. - elogió el hombre de cuarenta.

Un calvo, con notable barriga, sonrió ante el comentario. Provocaba nauseas el tan sólo ver cuanto le exitaba llevar de mano mujer tal. Poseía una cara de pervertido sexual indudable; y lo era, algo que quedo claro cuando le apreto la pompa izquierda de mujer de vestido.

-- Su nombre es Rocío. Cada día hacen más buenas a estas muchachas.

El comentario le causó incomodidad. Nunca le había gustado que se hablara así de una mujer, ni mucho menos estando ella a un lado. Podía ser una acompañante, una mujer que cobraba por soportar a los más disgustantes empresarios de la época - cabe destacar que Raúl lo era - pero seguía siendo un ser humano mereciendo el debido respeto.

-- Un placer, Rocío, mi nombre es Daniel, Daniel Soto.

-- He escuchado de usted Sr. Soto. Inviernos en París es una de mis novelas predilectas. Creame que es un honor conocerle. -- Su voz, armoniosa y sencilla, como si el viento mismo fuera quien hablara.

-- Me halagas, Rocío. Pero porfavor, llámame Daniel. La formalidad nunca fue una de mis cualidades.

Ella le dirigió una sonrisa, diferente a la que le concedía a su acompañante; ésta era sincera. Se dieron la mano y marcharon en busca de otro colega. Aquel había sido su primer encuentro, fue la primera vez que disfrutó una fiesta de tal élite. Y aquel había sido su sueño desde entonces, con Rocío, su adorable musa Rocío.

24 de marzo de 2010

3

Barberos, falsos, dramáticos... etc.

¿Alguna vez tuvieron algún compañero, ya sea de trabajo o escuela, que relamente no soportaran por su gran estupidez? Y con esto no voy a que sea realmente un idiota que sólo dice cosas sin coherencia. No, a lo que voy es al típico barbero de la clase. O al común chic@ que dramatiza todo para salirse con la suya. Y cómo olvidar al que le encanta decir de cosas que jamás ocurrieron, sólo, para hacerse el interesante.

¿Cómo reconocer a un barbero?

Este tipo de personas sieeeeempre las verás con alguien que tenga un poder sobre el grupo o comunidad. Alagandolo, riendose de sus chistes, coqueteandole en el caso que sea del sexo opuesto o mostrandose interesado, demasiado interesante.


Puede que algunas personas digan: ¿y? A mí no me afecta, quien gasta el tiempo es él, no yo. Sí, tienes razón, pero este comportamiento comienza a verse tedioso cuando vez que su técnica realmente da resultados. Nunca falta que el profesor tiende a amenzar a otros alumnos, cuando al barbero, cuando puede que nunca entre a clase, nunca haga nada - en fin, todo por lo que amenazó al otro grupo - no le diga absolutamente N-A-D-A. Y eso, en verdad que enoja porque ¿qué privilegios tiene él sobre los demás? ¿Por qué él sí puede hacer lo que se le de en gana sin consecuencias? Y me diran: Más tarde sufrirán las consecuencias, esas personas no son felices. ¡¿Y a mí qué con el futuro?! Lo que me importa es el presente.

Sí, ociosos y ociosas, está actitud me saca de un quisio sobrenatural.

- ¿Fulanita, porque no veniste ayer?
- ¡Ah... es que mi perrito se murió!
- Pero si eso fue hace una semana
- Lo... sé... pero.. - estalla en llanto.
(a.k.a dramáticos)

Bueno, realmente creo que no hacen falta detalles, todos entendemos a la perfección que es dramatizar - llevar algo tan pequeño a pasar el límite. Está conducta se ve a diario en telenovelas, obras de teatros y peliculas para adolecentes. Uno piensa que es demasiado, que de verdad exajeran la realidad; pero no, señor, esto ocurre a diario en nuestra escuela, oficina o lugar de trabajo - tal vez no tan obvio como el ejemplo de arriba, pero sí que ocurre.

A mí, en lo que respecta, me parece un comportamiento de lo más idiota; pero no inutil... porque funciona. No digo que vaya de acuerdo con esa ideología, en lo absoluto, pero tienen que admitir que quien dramatiza siempre - si lo sabe hacer bien - sale ganando. Sólo basta enfatizar que te duele mucho algo, que te sientes d elo peor porque tienes varios problemas para zafarte de algo y mejor seguir diviertiendote por ahi, o para que no te regañen y sientan lástima por ti. ¿Por qué idiota entonces? porque este tipo de personas suelen hacerlo taaaan seguido que ya terminan, ellos solos, mostrando sus mañas al resto. ¿Saben que es lo curioso? Que los únicos que no lo notan son los que han sido engañados desde el principio, y más cuando el dramático es, también, un barbero.

¡No sabes lo que me paso ayer! Vi a los Jonas y me saludaron, osea me dijeron que cantaba super lindos y me invitaron a una audición.

Porque nunca faltan los falsos, los que se ponen una mascara súper cool cuando realmente no tienen nada más interesante que contar en su vida. O tal vez sí les haya pasado algo interesante, pero les gusta ponerles un poco de su ingenio a cada historia. Y por personas como estas se inician los rumores. Pero no tocaremos ese punto hoy, todos estos son con la idea de traer un beneficio propio de la forma más fácil y erronea.

Otra "cualidad" de las personas falsas es meter un montón de pretextos para que no se vean de la peor forma. Cierta vez tuve una compañera que la cacharon con un acordeón; ella que era la inteligente, ella que tenía una beca del 50%, ella que le "molestaban" - o eso fingía... de nuevo: falsa - las mentiras. El caso es que la chica comenzo a decir que no, que era para estudiar, que se le había olvidado guardarlo. Ya imaginarán, que al momentod e no poder convencer a la maestra, trato de convencernos - destaquese que en vano - a nosotros.

Y viendo más el caso que está más arriba en negritas, también he conocido a montón de gente que añade lo suyo a la historias. O para evitar algo, saca con que ella o él no pueden hacerlo porque dentro de un año viajan a África a alimentar a los pobres, y de casualidad, cuando les llamas para ver como les fue, cometen la estupidez de decir: ¡Ah, aún no llego, sigo en el avión! (no me lo invente, es un caso veridico.. aunque no fue a África). Creo que de todos los mencionados, estos son las más fáciles de desemascarar.

Es tristes... sí.. lástima que en la sociedad hay tantos como estrellas en el cielo.

22 de marzo de 2010

2

Perfume de oro. Parte 1.

Cesto de basura.

Hay algo que he querido decirte desde hace tiempo. Me cuesta hacerlo por temor, tal vez, a no decirlo con la verdad. Veces anteriores he cometido el error de mentir acerca de mis pensamientos, mientras yo muy bien sabía que no sentía tal cosa. Contigo, ocurre lo mismo. No te he dicho la verdad… y aún quiero permanecer esas palabras conmigo, mis dedos ansían por escribirlo. Que si el tiempo es correcto, que si lo que hago es una tontería, o que esto empeora más las cosas y yo, mientras tanto, sigo encerrada a la ilusión de que lo que hacemos es posible.

Mentir no es tan sólo decir algo incierto, también lo es guardarte la verdad. Una sola vez fue la que me preguntaste aquello que tantas palabras y divagaciones están causando en mi mente estos momentos; la respuesta de aquella vez, fue mentira… un intento de armar mi coraza para evitar provocarme dolor más tarde. Ahora veo que si en ese momento hubiese contestado con un simple “SÍ” no estaría martillando el cerebro para hallar como decírtelo. Y tan sólo tengo que escribir dos palabras, tres sílabas, cinco letras.

¿Es necesario seguir? Porque sé que sabes a qué me refiero, a qué punto quiero llegar. Es qué me es imposible hacerlo, es la primera vez que tengo la seguridad de sentirlo, y no puedo. Tantas veces que de mi boca salieron esas palabras, y ahora, es distinto. No hay quien me este dando dinero para hacerlo. No hay quien me amenace con entregarme para susurrarlo en su oído. Fue más fácil hacerlo en ese entonces, y ahora que nadie me obliga, que quiero hacerlo por mi sola, es… no complicado, no imposible, no erróneo. ¿Entonces qué es lo que me detiene a seguir?

La joven llevó sus manos a su lacia cabellera. Que estúpida se sentía. Jamás antes se había puesto a reflexionar lo complicado que era escribir una carta. No se imaginaba como sería hacerlo de frente. Si su corazón latía a un cien por hora con sólo ver aquella perfecta caligrafía propia, no podía imaginar como se sentiría si él lo leyera. Arrugó la hoja, con el basto pensamiento, y la tiro al cesto de basura.

Tantas veces había aceptado a darles el capricho hipócrita a los burócratas. Tantas veces había pasado su mano entre su grasoso cabello y sonreído a su enorme cara de asnos. Y ahora que realmente lo sentía, que quería hacer más que sonreírle, pasar su mano por su cabellera, juguetear con su corbata, tenía miedo, miedo de algo que no conocía.

Siempre había pensado que el día que encontrara a alguien capaz de enamorarla, iría hacía él sin pensarlo dos veces. Abandonaría su carrera de acompañante y estaría dispuesta a ser una normal ama de casa, o quien sabe, una gran empresaria cuidando de su marido. Pero no, eso no era tan fácil como se lo imaginaba en las noches cuando tocaba su almohada. No era el que él fuera intocable, eso podría arreglarlo con un encuentro casual, podía conquistarlo en un par de segundos; después de todo, así se ganaba la comida de día a día.

Pero algo era diferente; él sentía algo por ella. Aunque eso no era lo que le preocupaba, si no el hecho de que el querer fuera reciproco. Nunca se había enamorado, y jamás lo había planeado. No era de la clase de chicas que desde pequeñas soñaban con un príncipe azul. A lo más que había llegado, era a la posibilidad de que ocurriera, pero jamás se imaginó lo complicado que podría llegar a ser.

Observó el reloj tratando de desviar sus pensamientos; éste parpadeaba insistente: 6:00 am. Si no se tomaba una siesta ahora, no tendría la fuerza suficiente para poner buena cara con el presidente de una compañía exitosa. El maquillaje hace maravillas, pero eso no era lo que le ponía el dinero al bolsillo; debía aludir y hacer sentir querido a un viejo asqueroso y pervertido que jamás podría ser amado por alguien. Sin desgastar más sus neuronas, dejó el lápiz sobre la mesa de madera junto al montón de papeles y el cesto lleno de ellos – todos abultados- decidida a dormir un poco.